SEIMC: Notas para un debate.

 

En el pasado mes de mayo se celebró el XI Congreso de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica en Bilbao. La estabilidad y madurez que se le supone a una sociedad científica que ha cumplido 20 años no se corresponde con la situación actual. Su potencial enorme, bien vislumbrado por sus creadores, ha dado lugar a una sociedad fuerte y reconocida, pero sometida a diversas contradicciones. La más importante es que la Sociedad se ha pretendido utilizar, con muy poco éxito por cierto, como un elemento de presión ante la Administración para conseguir objetivos profesionales. Centrar los esfuerzos de la SEIMC en objetivos profesionales, teniendo en cuenta que esta Sociedad está formada por un colectivo muy heterogéneo que, aunque en algunos casos coincide en sus objetivos, tiene intereses contrapuestos, ha sido un error y lleva a la situación de división interna que vive.

 

Por el contrario, podemos observar que los éxitos más evidentes de la Sociedad se producen en los aspectos científicos, aunque incluso ahí vemos la falta de miscibilidad de los colectivos que la forman. El Control de Calidad de la SEIMC, un proyecto genuinamente microbiológico, resulta excelente y la iniciativa del Manual presentada en Bilbao es magnífica en su desarrollo. Lo mismo podemos decir de los procedimientos clínicos y diagnósticos que se han elaborado, por separado, y que son textos de referencia y están disponibles en la página web de la Sociedad de forma ilimitada. Hay grupos especializados como el GESIDA, con una capacidad de atracción de la industria farmacéutica evidente y decantado a aspectos clínicos de la enfermedad, con una producción científica importante y en la que, esta es otra cuestión, habría que redefinir cual es la aportación del microbiólogo. Otro grupo, como el GEMARA, sin embargo, resalta la importancia de los mecanismos de resistencia a los antibióticos desde una visión básica y aplicada, y en ella el microbiólogo tiene o debería tener un papel central. La revista de la Sociedad también es un ejemplo positivo y puede ser la demostración de que en la literatura científica si permite reunir trabajos científicos realizados alrededor del paciente infectado sin perder la perspectiva particular.

 

Sin embargo, la Sociedad naufraga y no encuentra el apoyo solidario cuando busca resolver los objetivos profesionales, muy respetables, de algunos colectivos integrados en ella, como los colegas "especializados" en el manejo del paciente infectado, o la problemática específica del microbiólogo con otras especialidades radicadas en el laboratorio. La defensa de los intereses profesionales no es viable en una Sociedad donde coexisten profesionales de diversas especialidades y el fracaso en los objetivos planteados parece que demuestra esta afirmación.

 

Los problemas específicos de la Microbiología Clínica son muy conocidos por sus profesionales, lástima que sus soluciones no sean tan fáciles de hallar. Mantener un espacio propio en el proceso clínico, delimitando de forma cuidadosa las lindes que nos dividen de otras especialidades, es el objetivo fundamental. Sobre la importancia de nuestro papel en el diagnóstico de la enfermedad no deberían de surgir muchas dudas. El laboratorio de Microbiología provee de información útil obtenida de las muestras del paciente, pero ésta no solo son datos brutos sino que tienen el valor añadido aportado por la interpretación científica de esos datos y que deben ser remitidos a los colegas que confiaron en nuestra capacidad. Esta situación nos permite establecer relaciones bidireccionales con múltiples especialidades en la que contribuimos con una visión uniforme del proceso infeccioso. Los avances técnicos y metodológicos aplicados en nuestro laboratorio, y la irrupción de las técnicas moleculares es un buen ejemplo, han potenciado nuestro papel, añadiendo nuevas capacidades. Nuestro diagnóstico no se limita a identificar el responsable del proceso infeccioso sino que nuestra información aconseja la terapia más adecuada y predice la aparición de situaciones negativas que pueden ser prevenidas. Ya sabemos que hay colegas dispuestos a recoger la información "a la puerta de la fábrica" y algunos incluso son tan amables que nos la solicitan para trasladarlas a su destinatario final. Debemos evitar caer en la tentación de disfrutar de estas comodidades y no renunciar a nuestro papel de interlocutor directo. Es probable que si la situación de nuestra especialidad en este "universo sanitario" fuera marginal tendríamos menos problemas.

 

De cualquier modo nuestra fortaleza e incluso nuestro futuro, y me refiero a los microbiólogos, reside en que sepamos adaptarnos a las condiciones actuales con firmeza, y para ello tenemos por delante un camino que debemos hacer solos, sin esperar la ayuda de otros. Hay mucho trabajo por hacer: la acreditación de los laboratorios, redefinir la relación del microbiólogo con otras especialidades potenciando la faceta clínica, la participación activa en las Comisiones hospitalarias de Infecciones y Farmacia, la aportación personal de datos en los sistemas de control epidemiológico y, algo muy importante, incrementar en todos los aspectos la colaboración con Atención Primaria. Y quizás, por educación y respeto, no inmiscuirnos en la problemática de otras especialidades que no nos afectan.

 

En Andalucía las circunstancias han propiciado un escenario distinto. Existen dos sociedades, SAEI y SAMPAC, que aglutinan a la mayoría de los profesionales dedicados al estudio de la infección y del paciente infectado. Esto nos permite observar, como si de un experimento se tratara, que ocurre cuando estos colectivos se asocian de forma separada. Se producen desarrollos divergentes y también aparecen iniciativas comunes aglutinadoras pero, que nadie se confunda, nunca totalmente integradoras. Esto nos permite vivir en un clima de entendimiento y avanzar según las posibilidades, habilidad y empeño de cada uno.

 

La SEIMC tiene un largo camino recorrido que merece ser respetado. Renunciar a la experiencia de estos años es un despilfarro innecesario y perjudicial pero también es el momento de abrir un debate frío y sereno que nos ayude a tomar la dirección adecuada. El abandono de la Sociedad por parte de alguno de los colectivos no es la mejor solución debido a que nunca sería una postura unánime y conduciría a la propia división del colectivo que deja la Sociedad. La unión de todos los profesionales sanitarios relacionados con el proceso infeccioso y su prevención puede ser muy útil y exige, al menos, acciones coordinadas.

 

Quizás se impone un periodo de reflexión tras el cual pueda verse con más claridad el futuro. La propia Sociedad debería de promover el debate que pueda explorar las posibilidades de una división dentro de su seno bajo el mismo logotipo, en secciones diferenciadas, o bien conducir a la separación en dos Sociedades distintas. En la situación actual parece que nadie está satisfecho y por ello la Sociedad tiene que hacer algo. Cerrar lo ojos conducirá a la división traumática definitiva y ese es el peor de todos los finales posibles.

 

 

Manuel Rodríguez Iglesias

 

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